29 de diciembre de 2006

Antros Nocturnos 2

El cineUn refugio para el séptimo arte, un lugar para desatar profundas emociones reflejadas en la pantalla, el cine tiene sus variedades muy destacadas: El cine de shopping Su target principal son parejitas jóvenes y medio conchetas que después de cansarse dando vueltas por el complejo, y comprarse ropa insufrible, incombinable e imponible, deciden que no es tan tarde todavía, que se pueden sentar a ver el estreno de la semana. Ella lloriquea porque quiere ver la última de Leonardo DiCaprio, él quiere la de acción de Colin Farell. Terminan en ésta última porque el flaco, después de todo, está bueno. Mención aparte merece la población infantil en vacaciones de invierno, que no detallaremos porque todos hemos pasado por eso: una horda incontenible de marranos chillones que patalean, gritan, comen, escupen, vociferan y corretean. ¿Es fácil darse cuenta que harán exactamente lo mismo una vez que entren a la sala, verdad? Antes de entrar, es indispensable comprar el balde gigante de pochoclos, los nachos grandes, la salchicha, los chocolates, el maní bañado, los confites y las papas fritas. Es decir, todo alimento que sea ruidoso para deglutir será encontrado en la barra del cine, que no permite que ingreses con otra cosa que no sea la comida que venden ellos (no importa que te encajen un vaso de dos tragos de Coca a 12 pesos, estás en el cine y eso se paga). Te comés media hora de avances, 15 minutos de una animación pedorra de un balde de pochoclos gigante que se quiere levantar a una Coca, dos horas de película aburrida y 20 minutos de comentarios a la salida, mientras esperás que tu mujer vuelva del baño. El cine de barrio Si zafó de convertirse en una Iglesia Universal del Reino de Dios, el cine de barrio sigue siendo tan viejo como cuando vos eras chico. Si una película se estrena en mayo, el cine de barrio la pone en cartel en abril del año siguiente. En vacaciones de invierno se inunda de títulos infantiles, tiene a un garrapiñero, pochoclero o azúcar-algodonero fijo, con cara de tránsfuga y pirata, que mira de reojo a las madres veteranas que se mantienen bien.Es el mismo cine que recibió tus meadas infantiles, cuando no querías perderte nada de la película y apuntabas el pito a la pared, mirando como el pis bajaba hasta la pantalla. Es el mismo cine que recibió tus descargas lácticas adolescentes, cuando te colabas en las películas medio subidas de tono; o llevabas a tu primera noviecita “al cine”. Nunca terminaste de ver una película, tratando de desnucarla de un beso calentón. El cine debate Generalmente no son cines propiamente dichos, sino miniauditorios dependientes de alguna Secretaría de Cultura o Institución Cultural, un museo o un Centro de Rehabilitación de Drogas Duras. Ahí se proyectan películas enmarcadas en temáticas particularísimas, muy específicas, apuntadas a un target intelectualoide y discutidor:“La incidencia del cultivo de arroz en las películas orientales de kung-fu en la etapa posmoderna de la guerra fría”, “Bretch, Polanski y Kusturica: directores diferentes, la misma adicción a la Coca Cola de litro en botella de vidrio” o “Retrospectiva de cine francés: la aparición reiterada de la torre Eiffel como objeto de ubicación geográfica y/o ambientación” son algunos de los ciclos que se llevan a cabo en estos cines tan particulares. Al terminar la función, que se sigue en perfecto silencio y con cara de interés, los asistentes se juntan en el hall y degustan un whisky on the rocks mientras debaten (de ahí sale el nombre, claro) sobre los giros de la trama, la calidad de la fotografía y el desastre que la gravedad ha hecho con los pechos de Gina Lollobrigida, como una metáfora de la caída de Mussolini. El cine para adultos Enclavados en estratégicas ubicaciones (Constitución, Lavalle, Retiro, alguna calle perdida de Flores, etc), los cines para adultos siempre tienen vidrios oscuros y tipografías un tanto chillonas, de la década de los 70. Son frecuentados en su mayoría por hombres de más de 40 años, adolescentes hormonales que sobornan al boletero y tacheros con hemorroides, según las últimas estadísticas. En algunos, la sala permanece completamente a oscuras, y ofician de punto de encuentro para muchachos que gustan del pene. Lo que nos lleva a concluir que arman su propia película, consumiendo quesito de otro tipo de nachos… El teatroCuna de obras maravillosas, un lugar para sentir casi en carne propia las sensaciones de los actores, tan cercanos y vivos, el teatro tiene sus vertientes diferenciadas: El teatro serio Años de trayectoria, edificios antiguos de una belleza atemporal, grandes carteleras que brillan por su limpio diseño y estructura, empleados eficientes y correctos, el teatro serio tiene todos esos detalles que lo hacen, precisamente, serio. Se presentan obras de alto nivel, grandes clásicos y adaptaciones de los mismos, muy cuidadas y muy inteligentes. Siempre están los mismos actores, encabezados de Alfredo Alcón y Norma Aleandro para abajo. Los vanos mortales que asisten a las obras tienen que aparecer excelentemente vestidos, de zapatos nuevos, hablar en voz muy baja y emocionarse, reírse o llorar según corresponda, todo con un halo muy marcado de sofisticación y entendimiento. Aunque no entiendan nada de lo que pasa, aunque tengan 14 de aumento en cada ojo y estén sentados en superpullman, tienen que pretender que siguen al dedillo el hilo de la obra en cuestión. Al terminar la función, se ovaciona, se le regalan flores a la actriz principal y se comenta con estupor lo maravillosa que se mantiene la misma. El teatro callejero Si fuiste a alguna clase de teatro vocacional, si sabés hacer malabares, si actuaste de granadero en el colegio, o simplemente si podés mantenerte en pie sin babear, ya sos capaz de hacer teatro callejero. Todos los resabios de actores wannabe, Conservatorio DropOuts y los rebotados de los bolos de Pol-ka van a la costa a levantar unos mangos para bancar la pieza haciendo teatro callejero. Poseen una onda muy hippie, atraen en su mayoría a cuarentones panzones que gastan la peatonal céntrica con sus mocasines sin medias y que al momento de pasar la gorra, desaparecen como si se los hubiera tragado el mar, arrastrando con ellos a sus borregos llorones, que querían ver cómo terminaba el espectáculo. Donde ellos se establecen, se forma un embudo imposible de traspasar, que se deshace apenas se mencionan las palabras “a voluntad”. El teatro de revista El pariente “grasa” del teatro serio, el teatro de revista se reduce a chistes chabacanos de cómicos olvidables, muchas bailarinas en conchero y dos o tres vedettes de turno, arrastrando plumas y emitiendo grititos desaforados. Muy lejos quedaron los espectáculos que presentaban estrellas como Nélida Lobato o Nélida Roca. Ahora sólo se trata de babosearse con el culo de Nazarena Vélez (que todo lo hace por sus hijos) o las tetas de Wanda Nara (que se curtió a Maradona pero sigue siendo virgen). Los habitués de estos espectáculos son en su mayoría los tacheros que abandonaron los cines triple X y que llevan a su familia, los portentados de clase media de la provincia de Buenos Aires y las viejas conchetas que se hacen “la escapada rebelde” al teatro de revista, antes de volver a fallecer a sus pisos de Barrio Norte.

No hay comentarios: