Injurias y blasfemias forman parte de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. En ellas se dice “trapo de menstruo” a los dioses de los aborígenes de Canaán, se queman sus imágenes, se degüellan sus sacerdotes, se desparraman sus cadáveres como estiércol y se convierten sus lugares de culto en letrinas, cuenta la Biblia. Para el Nuevo Testamento los templos judíos son “sinagoga de Satanás”, sus creyentes “serpientes, generación de víboras e hijos del diablo”.
Junto a la injuria la Biblia enseña el castigo a los injuriados: la muerte por lapidación en el Antiguo Testamento y el suplicio eterno, luego de la resurrección, en el Evangelio.
Esta agresividad de las divinidades monoteístas sobrevive: los talibanes matan adúlteras a pedradas como ordena la Biblia, los musulmanes degüellan chicos en Argelia “con permiso de Dios”, y el Proceso arroja gente al mar asesorado por la Iglesia. Menos violentas, limitados por la Declaración Universal de Derechos Humanos, las agresiones verbales de los creyentes a los incrédulos en nuestro país continúan: asesinos, cultura de la muerte, basura, chiquero, pervertidos, animales, son algunas de las palabras que el Vaticano y otras fuentes católicas utilizan para condenar hechos que su moral no admite pero que nuestra justicia no prohíbe.
Los creyentes creen que la vida de la humanidad transcurre entre dos exterminios dispuestos por sus dioses: el pasado diluvio del Padre y el prometido Apocalipsis del Hijo. Los incrédulos cuestionan esas ideas y ejercen el derecho a expresar en esta corta vida su opinión sobre la conducta de los dioses que administran, según San Mateo, el fuego que los espera en el eterno más allá. Mónica Castagnotto lo hace mostrando en el Museo de Bellas Artes de Rosario, sin hojas de parra, cuatro formas de uno de los inventos de Yahvé, la vulva, como la denomina la Biblia, fuente de vida amor y placer, cuya silueta compara con la Virgen que no pudo usarla; invento que los que creen que puede ser la puerta del infierno (como el Arzobispo de Rosario) prefieren ni ver ni permitir que sea visto.
Quien suscribe estas líneas, también expuso, en el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, su opinión sobre aquellos dioses y sus injurias, con excrementos que palomas y jilgueros depositaron sobre Juicios Finales de Miguel Angel, Giotto, Fra Angélico y Van Dick. Ambas obras y sus autores, fueron atacados por lectores del Evangelio (que recomienda amar a los enemigos y ofrecer una mejilla cuando se recibe un golpe en la otra), en especial Mónica Castagnotto a quien insultan por teléfono, tiran basura y hacen pintadas con loas a la Virgen en la puerta de su casa.
Esperemos que De la Rúa no comparta las ideas del Secretario de Culto de Carlos Menem, Juan Laprovitta, que pide se retire la obra de Mónica Castagnotto, y que no vuelvan los anónimos que prendieron fuego frente a su domicilio. Fuego que recuerda los encendidos por otros católicos para quemar brujas y judíos, o para hacer cenizas con gente muerta en la ESMA, escuela donde la Iglesia estaba presente junto a los capellanes que confortaban a los marinos que encendían las hogueras, o a los que volvían de los vuelos.
1 de enero de 2007
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